La temporada de series en Netflix ha traído algunas sorpresas, una de ellas es “Manhunt: Unabomber” (2017), donde se retrata la frenética búsqueda durante 17 años de Theodore Kaczynski, un genio precoz de las matemáticas que estudio en Harvard, quien envió 16 cartas bomba a universidades, líneas aéreas, científicos y empresas, con un resultado de tres victima fatales, heridos de gravedad y daños materiales. Unabomber se convirtió en uno de los terroristas más buscados en los Estados Unidos y este es el punto central de la serie, la caza por los equipos especiales del FBI. Una solicitud de publicación de un manifiesto de su autoría, “La sociedad industrial y su futuro” (1995) en los diarios New York Times y el Whashigton Post, con la promesa de no realizar más atentados, tuvo una consecuencia inesperada; permitió que su propio hermano lo denuncie a las autoridades al encontrar expresiones y giros lingüísticos tan singulares que lo delataron. La historia ha tenido ribetes tan dramáticos como fascinantes, que la literatura hizo su propia elaboración y tanto Paul Auster (Levitan) como Ricardo Piglia (El camino de ida) han escrito novelas con punto de partida en este drama. Piglia fue un poco más allá y descubrió que el Unabomber leyó a Conrad, particularmente el texto “El agente secreto” (1907), donde un atentado, con una bomba, es planificado para dañar al “fetiche sacrosanto” que representa la ciencia, un objetivo externo de las frecuentes pasiones humanas, un escenario perfecto para lograr ser escuchado. Esta fue la línea que siguió el Unabomber por más de 15 años, atentar contra lo que el denominaba el mal mayor: la tecnología y sus representantes. El personaje de Conrad firmaba F.P y Unabomber F.C. Un buen ejemplo de como la literatura no solo retrata la realidad, sino que puede crearla y con consecuencias imprevisibles.
Más allá del caso policial y la cinematográfica persecución, un detalle de la biografía de Kaczynski no debe ser pasado por alto, siendo alumno precoz de Harvard a los 16 años participo en una experiencia de manipulación psicológica conocida como MK Ultra, un programa secreto e ilegal de la CIA que se creó en el año 1953, que consistía en una serie de maniobras farmacológicas, físicas y psicológicas para producir control mental, quebrar la personalidad y poner a prueba la resistencia psicológica frente a tormentos. El primer jefe de este programa fue Sidney Gottlieb y el objetivo inicial fue encontrar una droga o técnicas que le obligara a decir la verdad a un sospechoso en un interrogatorio. Decenas de miles de civiles fueron sujetos de experimentación en universidades, hospitales y cárceles. Kaczynski participo en estos experimentos en Harvard, que fueron supervisados por equipos de psicólogos y psiquiatras. Uno de los psiquiatras que intervino en este programa Donald E. Cameron, luego fue el primer presidente de la Asociación Mundial de Psiquiatría. En el programa MK Ultra se utilizaron drogas como el LSD, PCP y técnicas de dominio psicológico como la privación sensorial, aislamiento e hipnosis.
El programa MK Ultra y su director Gottlieb, nos lleva a la segunda producción de Netflix que ha sorprendido, llamada “Wormwood”, la miniserie documental de Errol Morris (ver artículo en Pagina 12 de Horacio Bernades). La serie, de un gran valor visual, histórico y narrativo, es una mezcla de escenas dramatizadas y entrevistas reales al hijo de un científico estadounidense llamado Frank Olson, que murió el 28 de noviembre de 1953, poco tiempo después de haber sido drogado sin su consentimiento con LSD en uno de los ya citados experimentos de la CIA. Atravesó la ventana de la habitación 1018 en el piso 13 del Hotel Statler en Nueva York. Por más de dos décadas la familia tuvo una versión oficial de suicidio, pero luego de años de protestas y denuncias a la prensa y en sedes judiciales, un informe de la comisión Rockefeller en 1975 revelo que el suicidio podría haber sido provocado por una respuesta inesperada a las drogas que recibió en el experimento y fue denominado “suicidio experimental”. Esta versión tampoco conformo al hijo de Olson, Eric, quien hallo documentos que evidenciaban que su padre, que trabajaba en Fort Detrick, donde se desarrollaban armas biológicas en un programa secreto dependiente de la CIA. Olson no estaba conforme, y lo explícito a viva voz, con el trabajo que allí se hacía en términos ideológicos: no aprobaba las pruebas que se estaban haciendo con armas biológicas en la guerra de Corea (que siempre fueron negadas por el gobierno). Frank Olson empezó a ser un estorbo a sus superiores, en épocas de macartismo con poco lugar para conciencias dubitativas. Tal circunstancia empeoro cuando lo obligaron a participar sin saberlo de un experimento con drogas psicoactivas, que se conoció como la sesión del Deep Creek. En 1994 la familia logro exhumar el cuerpo de su padre y la figura del suicidio quedo aún más lejos como posibilidad y cobro finalmente fuerza la idea del asesinato. La ejecución de una persona con demasiada información, hipótesis que sostiene la familia con vigor y que es avalada por distintas investigaciones periodísticas como la del premio Pulitzer Seymour Hersh. Incluso el hijo de Olson encontró un manual de la CIA para asesinatos, en donde sugiere que la forma más eficaz y fácil de disimular un asesinato es arrojar a la persona por la ventana (a una altura superior a 25 metros) y simular el suicidio. Para la Justicia norteamericana, si bien hay consenso que no se trató de un accidente o suicidio, no encontraron evidencia para acusar a nadie. Los experimentos de la CIA en la población civil de su país cobraron conocimiento público con la desclasificación de archivos en 1977 y más recientemente en 2001. El extraordinario documental “Wormwood” deja en claro que aún quedan por resolver muchos aspectos que el poder ha sabido callar.
Las técnicas de manipulación psicológica no se detuvieron en las prácticas setentistas de la CIA, se han perfeccionado a niveles más sutiles, están vigentes en nuestras vidas, en la forma en la que consumimos, nos informamos, deseamos y hasta votamos. Para estar atentos.